Maurizio Bianchi ha sido para muchos de los seguidores de la música industrial el artista más revelador y opresivo que ha dado este género. Una referencia indiscutible para todo acólito del ruido responsable de una prolija discografía de la cual han bebido infinidad de artistas del nuevo siglo. NOmelody charla con este genio italiano sobre el ayer, el hoy y el mañana de un puzzle con piezas perdidas llamado Mundo…
Maurizio, el tiempo ha demostrado que eres una de las cabezas pioneras del movimiento industrial. Comenzaste en 1979 bajo el nombre de Sacher-Pelz, y en tan solo un año te grabaste tres casetes, finalizando tu producción bajo ese nombre con un trabajo más en 1980. ¿Qué te indujo a crear? Entiendo que el influjo de Throbbing Gristle fue un factor inexcusable, no solo por el título de algunos temas, sino que además ellos mismos te dedicaron un espacio dentro de sus fanzines para hablar de tu próximo proyecto, ya bajo tu propio nombre. ¿Qué instrumentos utilizaste para plantear el sonido de SP?
Sacher-Pelz fue creado con la intención de romper el academicismo imperante dentro de cierta música experimental que algunos querían llamar “culta”. Evidentemente el influjo de Throbbing Gristle fue un factor inexcusable, no solo por el título de alguno de los primeros temas que realicé, sino por el espacio que me dedicaron dentro de sus fanzines. Mi influencia hacia TG estaba especialmente focalizada en el aspecto artístico–experimental, ya que estábamos muy distantes musicalmente hablando, e incluso la iconografía de ambos proyectos tenía pocos puntos en común. De hecho, se me asoció bajo la etiqueta industrial mucho más tarde; básicamente, siempre me he considerado un “experimentador neuronal”.
Retomando los recuerdos de mi fase embrionaria bajo el nombre de Sacher-Pelz, de cara a materializar mis descomposiciones musicales no eché mano de ninguna instrumentación tradicional, tan solo utilicé un viejo tocadiscos que tenía un pin dañado. En él pinché vinilos de música electrónica y experimental. Después de completar una pista superponía otra, mientras controlaba las diferentes velocidades con el método ‘manual’. Todo tenía un sabor muy poético e ingenuo…
1980 fue un año revelador para ti. Hablamos de una producción imparable en la que lanzas nada menos que unas 14 referencias. Echando la vista atrás, ¿Qué es lo que recuerdas de aquel año?
Suponiendo que todavía estábamos en los setenta (de hecho, los ochenta comenzaron el 1 de enero de 1981), recuerdo que en algún momento, como un no-músico convencido que siempre he sido, decidí fusionar mis sonidos nihilistas concretos con una electrónica más radical, y de esta unión surgió una especie de modulación del terrorismo genético. Al principio, la impresión de Sacher-Pelz todavía estaba presente, especialmente en obras como «MECTPYO / BLUT» y «ATOMIQUE TAPE» o «NH / HN», pero pronto el «huevo» sintético fue fertilizado por la semilla electrónica y dio lugar a obras puramente electrónicas, como «TECHNOLOGY», «NERVO / HYDRA» y «AKTIVITAT», aunque para por entonces ya habíamos entrado en los años ochenta.
Esta primera etapa de MB es una de mis favoritas dentro de lo que viene a ser llamado primer sonido industrial. Hablamos de un momento muy pesimista dentro de tu vida que se manifiesta tanto en la música que das forma como en las entrevistas a las que contestaste durante los años 1981/82. ¿A que se debió esa visión tan desalentadora? Me parece curioso, ya que, paradójicamente, y atendiendo a un ámbito netamente holístico, la mayoría de grupos de la new wave también expusieron su faceta más decadente durante ese mismo bienio.
El bienio 1981/82 me estaba preparando para el advenimiento de mi etapa más existencial, que tuvo lugar en «1984». Para entonces el pesimismo más oscuro se había apoderado de mi mente, y ni siquiera mis composiciones fueron capaces de calmar mis instintos apocalípticos. Había en mí una especie de rechazo total del establecimiento musical, de la estabilidad social, y anhelaba una anarquía existencial en la que todo el sistema explosionase, y como único sobreviviente quedaría solo el artista, consciente de su plena libertad de expresión.
Nigel Ayers, el motor de Nocturnal Emissions, tenía también un pequeño sello a comienzos de los años ochenta llamado Sterile. Una de tus referencias más famosas, “Symphony of a Genocide” (1981) se prensó con él, y actualmente ha pasado a ser una de las piezas más cotizadas del sonido industrial. De qué manera conociste a Nigel. ¿Cómo surgió la idea de este lanzamiento?
Recuerdo que me puse en contacto con Nigel gracias al intercambio de algunas de mis cintas y la compra de varios vinilos impresos por Sterile. Un día le propuse si quería publicar mi Symphony of a Genocide , pero estaba en condiciones económicas precarias, así que le ofrecí pagar, con mis pocos ahorros, la mitad de la producción del disco, y aceptó. ¡Estaba tremendamente feliz!
Parece una pregunta tabú, pero ¿por qué te obsesionaba tanto durante aquella época las atrocidades realizadas por el ser humano?
Porque eran un reflejo de las barbaries psicológicas que habían cometido en mí mismo a lo largo de más de veinticinco años el sistema autoritario; y el suyo, que aniquiló la creatividad individual y encerró la libertad de expresión en los estratos de los modelos de comportamiento dentro de una pura superficialidad.
En 1982 terminas desvinculándote de sellos ajenos y te atreves con Mectpyo Sounds, que por lo que tengo entendido, fue tu propio sello. ¿Qué te animó a darle forma?
Me di cuenta de que incluso en el campo de la música experimental, muchos grupos y artistas, después de haber ganado éxito como pioneros y haber adquirido cierta notoriedad se habían amalgamado con el objetivo del negocio de la música, y habían perdido su originalidad. Así que decidí categóricamente desasociarme por completo de ese camino de compromiso para crear mi propio sonido, más personalizado y autónomo, la llamada ‘música biónica’.
Durante 1983 conocerás a otra de las referencias esenciales del mundo industrial, Gary Mundy de Broken Flag, con él lanzarás uno de mis discos favoritos de todos los tiempos, “The Plain Truth”(1983) ¿Qué te hizo llegar a Gary y cómo concebiste “The Plain Truth”?
Fue un período algo brumoso en mi carrera artística, un momento de transición. Conocí a Gary de la misma forma con la que conocí a Nigel, a través del intercambio de casetes y la compra de vinilos, hasta que fue él mismo quien me propuso lanzar un LP para su sello. Fue una gran noticia que me dio una excelente dosis de energía compositiva.
La única desventaja es que acababa de vender todo mi equipo, solo había guardado un generador de eco, por lo que tomé prestado un teclado de violines de un músico milanés a quien conocí un poco antes (Edgardo Cellerino), y un domingo por la mañana compuse el trabajo (también porque Edgardo me había dicho que tenía que devolverle el teclado lo antes posible). Esa improvisación electrónica me dio una nueva vida, ya que estaba comenzando a secarme artísticamente hablando.

En 1984 pegas un repentino parón en tu actividad musical. Esto fue debido en cierta manera a un giro dentro de tu confesionalidad religiosa. Cuéntanos un poco de aquel momento.
Había llegado el momento de un cambio radical en mi forma de pensar y mi propósito en la vida. Si hubiera continuado con mi filosofía de vida anterior, literalmente habría estado muerto durante bastante tiempo. En ese momento hubo un renacimiento espiritual y, a través del estudio sistemático de las Sagradas Escrituras aprendí que el único Dios verdadero existía, y que tenía un nombre y un propósito maravilloso para todos aquellos que habían hecho su voluntad. Fue una verdadera ‘iluminación’, comparable en parte a lo que Saulo de Tarso tuvo en el camino a Damasco.
La década de los años noventa será el momento de tu retorno creativo dentro del ámbito musical. Hacía unos siete años que te habías desecho de todo tu equipo de producción y grabación. ¿Cómo replanteaste este retorno?
No hay mucho que agregar a lo que ya se ha expresado anteriormente, que es que en ese momento, después de desintoxicar mi mente y mi espíritu, y haber encontrado un equilibrio existencial, me sentí listo para poder expresar toda mi carga de positividad. Era el momento de ponerlo a disposición de todos mis seguidores.
A partir de entonces no has parado de sacar discos y colaborar con otros artistas. ¿De dónde sacas todo ese ingenio creativo? ¿Qué es lo que más te gusta de colaborar con otros artistas?
Saqué toda esta fuerza y energía de mi firme convicción de haber encontrado el verdadero propósito de la vida, y la voluntad de hacer participar a otros músicos; por lo que hice muchas colaboraciones edificantes basadas en el respeto mutuo y en el deseo de alentarnos el uno al otro.
Una persona como tú, que me ha enseñado a ver el mundo de una de las formas más oblicuas y opresivas por medio de su música –cosa que te agradeceré eternamente-, ¿cómo ve el futuro del planeta y su sociedad tras una pandemia como la del Covid-19?
Debo decir que según las profecías bíblicas infalibles, este período había sido predicho por Cristo hace aproximadamente 1987 años. También predijo que las cosas nunca volverían a ser como antes, pero que al final habría una intervención divina en la guerra de Armagedón que destruiría todo el sistema mundial, aniquilando todos y cada uno de los gobiernos humanos junto con sus partidarios, y establecería un reino celestial que conduciría a los seres humanos a la perfección física, mental, emocional y espiritual. Esta no es la palabra de M. B., sino una palabra de Jehová Dios, quien nunca miente.

¿Cómo ves el futuro de MB?
Mi futuro depende de un hecho fundamental: como dijo Jesús en los Evangelios, «solo los que perseveren hasta el final estarán a salvo». Esto significa que todos los días debo esforzarme por poner en práctica los santos principios y exhortaciones que el único Dios verdadero, Jehová, ha establecido con amor para todos los que desean alcanzar la salvación, para luego poder entrar en el futuro Nuevo Mundo, aquí en la Tierra, donde no habrá más sufrimiento, aflicción, muerte de luto y lágrimas de dolor; y todos aquellos que cumplan su propósito podrán vivir para siempre (Apocalipsis capítulo 21, versículos 3 y 4).
Texto: Fernando O. Paíno